– ¿diga?
– ¿benjamín?
– al aparato. ¿con quién hablo?
– uy, perdona, que tengo bloqueado el número de teléfono. ya sabes, cosas de seguridad. soy úrsula. ¿qué tal todo?
– bien, dime, que estoy liado con alguna cosa.
– pero qué prisas llevas hoy, hombre, espera, espera, que apenas he empezado a hablar. a ver, benjamín, ¿por qué estás tan serio?
– porque creo que se me están pegando las lentejas, así que vete dando vidilla. ¿qué es lo que quieres?
– nada, hombre. que resulta que… bueno que… vamos, que hace tiempo que no hablábamos y no sé, que creo que los lazos que nos unen son más fuertes que los que nos separan, y claro, al final entre esto y aquello dejamos para el final lo mejor, y van pasando los días y que no te llamo.
– pues ya me has llamado, ¿alguna cosa más, úrsula?
– qué seco estás esta mañana, benjamín. desde luego, quién diría que hemos pasado juntos tantas y tantas cosas.
– al grano, úrsula, que precisamente por todo lo que hemos pasado no estoy de humor.
– sutilezas y perspectiva, benjamín.
– sí, ya.
– claro que sí. es más, creo que podríamos estrechar los puntos que tenemos en común, pero no por ello dejar de lado las diferencias que, en ocasiones, y lejos de mi voluntad personal, tanto nos separan…
– ¿con qué fin, úrsula? es que te veo venir. ¿no tendrá que ver esto con un número tan redondo como el 50?
– ¡pero qué dices, benjamín! ¿te refieres a las últimas amenazas de donaldo sobre los aranceles a la unión europea? ¡qué va! ya lo conoces. tiene a veces de cada ocurrencia…
– ah, ¿sí? ¿y vosotros qué?
– ¿qué de qué?
– úrsula, que no hacéis más que atacar nuestro derecho a la legítima defensa. parecéis mosquitos palestinos. y, sinceramente, a veces me entran ganas de sacar el insecticida de la libertad también con vosotros.
– ¿por qué dices eso, benjamín? ¿es que no sabes que la unión es de mucho hablar pero de poco hacer? ¿es que no lo sabes?
– ahí les has dado. poco hacer. y sobre todo poco reconocer. porque no me negarás que la concesión que os hice tras nuestra última conversación no fue grande. y todavía estoy esperando, aunque sea, un muchas gracias, benjamín.
– ¿concesión? ¿a qué te refieres?
– mira… úrsula… sacas lo peor de mí… ¿es que no te acuerdas el tema del que hablamos en aquella ocasión? ¿sobre los informativos europeos?
– ahhh, sí, claro.
– sobre las denuncias que habían recibido por sensacionalismo.
– lo recuerdo.
– sobre cómo habían sido multados por mostrar demasiada sangre en pantalla en horario infantil.
– ehh, sí, lo recuerdo perfectamente.
– pues tomé cartas en el asunto. ¿y qué recibo a cambio? denuncias antisemitas más propias de estados autoritarios. ¡con lo que he hecho por tí, úrsula!
– espera, benjamín. siento decirte que si tomaste cartas en el asunto no fui consciente de ello. pero ilústrame para que lo sea ahora mismo.
– ¿ves? siempre igual. os hacéis los tontos. por no querer pisar charcos al final os daréis de bruces con el barro.
– en serio, benjamín, ¿qué decisión tomaste?
– una trascendental y que lo ha cambiado todo. pero parece mentira que tenga que explicarlo.
– hazlo, por favor.
– en fin, úrsula. ¿cuál fue tu requerimiento expreso?
– ¿que parara el derramamiento de sangre?
– eeeehhhh. veo que se está despejando la niebla. muy bien.
– ¿y?
– ¿y? ¿es que no sabes qué hice a continuación?
– ¿qué hiciste?
– bloquear la ayuda humanitaria.
– …
– de nada.